Un anciano estaba sentado en su banco favorito –asi como lo hacía todos los días- para su ritual de leer el periódico durante el almuerzo. Al ojear las páginas, el hombre advirtió que un joven se sentaba al otro lado del banco con su propio periódico y comenzaba a leer.
Luego de unos minutos, el joven dijo:
- Perdoneme, señor. ¿por casualidad, me podría decir que hora tiene?
El anciano miró al joven durante un momento.
- No, dijo: luego volvió a su lectura.
Confundido, el joven dijo:
- Señor, no quiero molestarlo, pero veo que esta usando un reloj. Sin embargo, cuando le pregunté la hora, me dijo que no. ¿Lo he ofendido de alguna manera?
El anciano lo miró de arriba abajo.
- No, para nada –dijo finalmente. Luego regresó a su periódico.
- Pero no comprendo, dijo el joven, ¿Por qué no me quiere decir la hora?
El hombre apoyó su periódico sobre su rodilla.
Bien: cuando se sentó por primera vez, lo advertí. Parece un joven agradable, prolijo y todo lo demás. Parece interesado en el mundo y en sus eventos actuales, según advertí por el periódico que está leyendo. Luego me pidió que le dijera la hora, y pensé que si lo hacía, podríamos dar inicio a una conversación, y probablemente me contará sobre si, y probablemente me gustara y nos convertiríamos en amigos. Luego, quizás lo invitara a mi casa alguna vez para que conociera a mi familia. Si eso sucediera, usted conocería a mi hija maravillosa a quien amo mucho. A ella posiblemente usted le gustaría, y ella, también a usted. Así que es probable que los dos se hicieran amigos y luego tuvieran una cita. Y si eso ocurriera, es probable que se encontrarán y se casaran. Y que me cuelguen si voy a dejar que mi hija se case con cualquier hombre que no tiene un reloj!
Un poco simpático talvez el desenlace de esta breve historia, pero para reflexionar, como líder o aspirante a ello, evalua tus decisiones en el presente sobre la base de cómo esas decisiones afectarán tu futuro.
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